Tiempos

25 febrero 2009

A mi madre le gustan las canciones simples. Si hay buena voz, mejor, aunque últimamente, a pesar de que critique algunos de mis gustos, la voz es lo que menos le importa. Pero eso sí, que haya frases que se entiendan. Que la voz sea clara y concisa.

A mí me da igual la voz. Solamente me tiene que llamar la atención. Si hay una melodía que me atraiga o una letra, no me hace falta nada más.

Nos separan 36 años. Es entendible que tengamos gustos distintos. Aunque yo cante algunas canciones de las de antes. Bueno, las tararee, porque se me da mal cantar y a la memoria se le da mal mi menda.

¿Pero qué haces cantando eso? ¿Pero qué haces bailando eso? Hay más locos fuera que dentro. Eso me dice.

El otro día me di cuenta de que los jóvenes de hoy en día, los que lo tenemos todo y los que más nos quejamos, es a los que nos gustan las canciones con más contenido, las que dicen lo que cualquiera de nosotros podríamos decir pero no nos sale. Las letras que cuentan que todo es muy complicado a pesar de que estemos de puta madre. Porque nos gusta inventarnos problemas.
Eso es evidente. Llamar la atención al otro. Como cuando escribes cualquier cosa (como ésta) buena o mala. Pero la vomitas. Y esperas que alguien conteste, porque es la manera de que te demuestren que hay alguna persona por ahí que está presente de alguna manera, lo veas o no, pero está. Porque para todos es importante el hecho de tener a la gente que te rodea, ver que no se van aunque estés jodida en los días de sol. De que sigan adelante con tus utopías o te den un guantazo para que te quedes de una puñetera vez en tierra.

Por eso escuchamos canciones que analizar. No digo todos. No a los del reguetón y esas mierdas. De la gasolina, el flow, el endembow y esas cosas extrañas acabadas en “ou”.

Pero a mi madre y al resto de personas admirables de entre 50 y 70 años les gustan las canciones simples. Las que les recuerden fotografías de gente en blanco y negro que hace demasiado tiempo que para ellas no están. Que no pudieron aprovechar casi su compañía por circunstancias externas, no por amores perdidos ni gente que está lejos por un tiempo, si no por seres que les han sido arrebatados cuando estaban siendo todavía conocidos.
Canciones que les hagan olvidar la jornada de trabajo que tenían durante prácticamente todo el día, fuera dentro de casa o en el campo.

Porque por mucho que me queje, me moleste a veces y llore algunas otras, yo no he visto cómo encarcelaban a nadie de mi familia, ni cómo tiroteaban a mi padre en una camioneta con sus hermanos pequeños saliendo luego los rostros pálidos en el diario, ni he tenido que correr para tener que comer un trozo de pan y un plato caliente.

No jodamos, por favor. Que es normal que yendo una vuelta por la calle a día de hoy te entren ganas de dar lecciones de moralidad. Y, porqué no, de dar un guantazo a algunos.

Pero eso no es suficiente para hacer ver distintas realidades a unos niños con el flequillo a los lados y con el volumen a tope del móvil escuchando a Porta.

Por todo esto y mucho más, me gusta que mi madre me avise cuando salga Lourdes por la tele cantando Cigarettes, aunque no sepa ni cómo se llame el grupo y, además, que le encante.

Ben Harper - In the colors

Seguro que le gusta.

Otra vez

16 febrero 2009

Hace 25 años que el 16 de febrero está de suerte.
Por todo lo que queda por venir.
Sea cuando sea.
Por tener simplemente esa sensación de lo que falta sin faltar nada.
Sólo echando de menos, de vez en cuando.
Porque echar de menos lo es todo si no puede haber por ahora un más.
Quedan muchos rincones por bautizar todavía.
Paseos enfarolados y discusiones superfluas.

Amaneceres.
Y la necesidad de que me des cobijo en ellos.

Carpe diem, ninfa.



Ninfa de miel - Carlos Chaouen

Capulla. Que no puedo escucharla sin recordarte.


¿Sabes algo de él?

09 febrero 2009

Las calles encorazonadas de estos días son una excusa para desorientarme por dentro.
Escribo sobre un libro musicado por tus palabras perecederas, sobre un fondo de color ocre que destella por momentos al oír tu carcajada. La que reconocería en una milla.
No es la calle lo que huele a primavera. Son las farolas que dejaste encendidas.
El olor a mar, la leña quemada de los domingos, lunes noche en calendario.
Los nombres desconocidos que no aparecen en ningún rincón de lo moralmente conocido.
Convertida en fanática de las respuestas con interrogación.
Se han incendiado las estaciones que llevaban hacia tu conciencia.
Toda la piel se convierte en invierno al tararear una frase al unísono.

Ten cuidado.

Ten cuidado.

Tanta estrella perdida en el techo infinito.
No dibujes. No hables. No mires.

Sal de mi costado.
Deja de ser yo.
Déjame ser yo.



Sleeping satellite - Tasmin Archer


Tiempos

A mi madre le gustan las canciones simples. Si hay buena voz, mejor, aunque últimamente, a pesar de que critique algunos de mis gustos, la voz es lo que menos le importa. Pero eso sí, que haya frases que se entiendan. Que la voz sea clara y concisa.

A mí me da igual la voz. Solamente me tiene que llamar la atención. Si hay una melodía que me atraiga o una letra, no me hace falta nada más.

Nos separan 36 años. Es entendible que tengamos gustos distintos. Aunque yo cante algunas canciones de las de antes. Bueno, las tararee, porque se me da mal cantar y a la memoria se le da mal mi menda.

¿Pero qué haces cantando eso? ¿Pero qué haces bailando eso? Hay más locos fuera que dentro. Eso me dice.

El otro día me di cuenta de que los jóvenes de hoy en día, los que lo tenemos todo y los que más nos quejamos, es a los que nos gustan las canciones con más contenido, las que dicen lo que cualquiera de nosotros podríamos decir pero no nos sale. Las letras que cuentan que todo es muy complicado a pesar de que estemos de puta madre. Porque nos gusta inventarnos problemas.
Eso es evidente. Llamar la atención al otro. Como cuando escribes cualquier cosa (como ésta) buena o mala. Pero la vomitas. Y esperas que alguien conteste, porque es la manera de que te demuestren que hay alguna persona por ahí que está presente de alguna manera, lo veas o no, pero está. Porque para todos es importante el hecho de tener a la gente que te rodea, ver que no se van aunque estés jodida en los días de sol. De que sigan adelante con tus utopías o te den un guantazo para que te quedes de una puñetera vez en tierra.

Por eso escuchamos canciones que analizar. No digo todos. No a los del reguetón y esas mierdas. De la gasolina, el flow, el endembow y esas cosas extrañas acabadas en “ou”.

Pero a mi madre y al resto de personas admirables de entre 50 y 70 años les gustan las canciones simples. Las que les recuerden fotografías de gente en blanco y negro que hace demasiado tiempo que para ellas no están. Que no pudieron aprovechar casi su compañía por circunstancias externas, no por amores perdidos ni gente que está lejos por un tiempo, si no por seres que les han sido arrebatados cuando estaban siendo todavía conocidos.
Canciones que les hagan olvidar la jornada de trabajo que tenían durante prácticamente todo el día, fuera dentro de casa o en el campo.

Porque por mucho que me queje, me moleste a veces y llore algunas otras, yo no he visto cómo encarcelaban a nadie de mi familia, ni cómo tiroteaban a mi padre en una camioneta con sus hermanos pequeños saliendo luego los rostros pálidos en el diario, ni he tenido que correr para tener que comer un trozo de pan y un plato caliente.

No jodamos, por favor. Que es normal que yendo una vuelta por la calle a día de hoy te entren ganas de dar lecciones de moralidad. Y, porqué no, de dar un guantazo a algunos.

Pero eso no es suficiente para hacer ver distintas realidades a unos niños con el flequillo a los lados y con el volumen a tope del móvil escuchando a Porta.

Por todo esto y mucho más, me gusta que mi madre me avise cuando salga Lourdes por la tele cantando Cigarettes, aunque no sepa ni cómo se llame el grupo y, además, que le encante.

Ben Harper - In the colors

Seguro que le gusta.

Otra vez

Hace 25 años que el 16 de febrero está de suerte.
Por todo lo que queda por venir.
Sea cuando sea.
Por tener simplemente esa sensación de lo que falta sin faltar nada.
Sólo echando de menos, de vez en cuando.
Porque echar de menos lo es todo si no puede haber por ahora un más.
Quedan muchos rincones por bautizar todavía.
Paseos enfarolados y discusiones superfluas.

Amaneceres.
Y la necesidad de que me des cobijo en ellos.

Carpe diem, ninfa.



Ninfa de miel - Carlos Chaouen

Capulla. Que no puedo escucharla sin recordarte.


¿Sabes algo de él?

Las calles encorazonadas de estos días son una excusa para desorientarme por dentro.
Escribo sobre un libro musicado por tus palabras perecederas, sobre un fondo de color ocre que destella por momentos al oír tu carcajada. La que reconocería en una milla.
No es la calle lo que huele a primavera. Son las farolas que dejaste encendidas.
El olor a mar, la leña quemada de los domingos, lunes noche en calendario.
Los nombres desconocidos que no aparecen en ningún rincón de lo moralmente conocido.
Convertida en fanática de las respuestas con interrogación.
Se han incendiado las estaciones que llevaban hacia tu conciencia.
Toda la piel se convierte en invierno al tararear una frase al unísono.

Ten cuidado.

Ten cuidado.

Tanta estrella perdida en el techo infinito.
No dibujes. No hables. No mires.

Sal de mi costado.
Deja de ser yo.
Déjame ser yo.



Sleeping satellite - Tasmin Archer


Palabras

Luciérnagas