R.I.P.

15 febrero 2010


Leer entre líneas debería ser una opción, no algo obligado. A veces, los del buen fondo, nos desesperamos esperando el momento y clamando ignorancia.
Disculpadme los soñadores de corbata a rayas de discurso intenso y de fin egocéntricamente público.
Algunos de los que bendecís un trozo de pan los domingos antes de limpiarse los propios pecados con los de conciencia intranquila.
Los locos que están encerrados en cámaras acolchadas a juego con la pared más pura, que pagan las penas de los cuerdos con acento seseante que queman la desgracia en cajeros automáticos.
Los que deciden cambiar el mundo por no querer cambiar sus respectivas vidas, levantando la cabeza cuando tocaba y girándola por orgullo cuando no era lo debido.
Los pedantes que se quedan en el intento de parecer inteligentes estudiando obras de autores consagrados llevándolos como fin y no como posible medio para poder llegar a un hedonismo común.
Para todos ellos y los grandes puntos suspensivos, debo deciros que compadezco a la madre que quiso traeros a la vida, porque será la única que tenga ganas de suicidio.
A vosotros, canallas, a los que elegís mal sabiéndolo para degustar el mismo insípido plato una y otra vez, una y otra vez... Dejando al resto con uno vacío y un vaso de licor con cicuta, os detesto. Desde lo más hondo.
Pandilla de borregos despreciables, el camino no es siempre lo que parece. El azar es mucho más sabio que vuestro gesto soberbio.
No seré yo quien viva en paz con los seres y en guerra con mis entrañas.
Lo juro.

R.I.P.


Leer entre líneas debería ser una opción, no algo obligado. A veces, los del buen fondo, nos desesperamos esperando el momento y clamando ignorancia.
Disculpadme los soñadores de corbata a rayas de discurso intenso y de fin egocéntricamente público.
Algunos de los que bendecís un trozo de pan los domingos antes de limpiarse los propios pecados con los de conciencia intranquila.
Los locos que están encerrados en cámaras acolchadas a juego con la pared más pura, que pagan las penas de los cuerdos con acento seseante que queman la desgracia en cajeros automáticos.
Los que deciden cambiar el mundo por no querer cambiar sus respectivas vidas, levantando la cabeza cuando tocaba y girándola por orgullo cuando no era lo debido.
Los pedantes que se quedan en el intento de parecer inteligentes estudiando obras de autores consagrados llevándolos como fin y no como posible medio para poder llegar a un hedonismo común.
Para todos ellos y los grandes puntos suspensivos, debo deciros que compadezco a la madre que quiso traeros a la vida, porque será la única que tenga ganas de suicidio.
A vosotros, canallas, a los que elegís mal sabiéndolo para degustar el mismo insípido plato una y otra vez, una y otra vez... Dejando al resto con uno vacío y un vaso de licor con cicuta, os detesto. Desde lo más hondo.
Pandilla de borregos despreciables, el camino no es siempre lo que parece. El azar es mucho más sabio que vuestro gesto soberbio.
No seré yo quien viva en paz con los seres y en guerra con mis entrañas.
Lo juro.

Luciérnagas