Mente demente

23 octubre 2012

Y si sigo intentando robar luz
¿qué pasa?

Mente olvidadiza, quizá por el exceso de rizo incrustado, no recuerda que para reír y llorar, para leer y dormir, para aprender a morir viviendo, debe hacerse y rehacerse.

Sin olvidarse de sí misma.
Sin olvidarse de lo que late.

Lo propio.
Lo suyo.

Lo que ves no es un espejo.
Lo que ves, es un cuadro viejo.

28

16 octubre 2012

Todo se ve distinto. Como era el recuerdo pero empezando de nuevo. El televisor de fondo con su voz. El cuadro que me recordaba que estaba sola. Las flores sin agua. Los libros con los pétalos muertos. La infancia articulada.
Partí con desconcierto, sin saber qué pasaría pero con una sonrisa de esperanza. Ahora vuelvo con la mirada inquieta y la suya en el horizonte, donde me la dejé al marchar.

Todo se ve distinto. El televisor de fondo con tu voz. El cuadro que sonríe mirando la fotografía de enfrente. Las flores salplicadas por el color ocre. Los libros con olor a pétalos descoloridos. La infancia compartida.
Volví a partir con desconcierto, desde otro lugar, sin saber qué pasaría pero con una sonrisa de esperanza y miedo. Ahora vuelvo a latir a pesar de esa mirada inerte, porque vuelvo cada día al sitio donde quise y aprendí a ser yo, donde marché con la intención de no volver atrás.

Mente demente

Y si sigo intentando robar luz
¿qué pasa?

Mente olvidadiza, quizá por el exceso de rizo incrustado, no recuerda que para reír y llorar, para leer y dormir, para aprender a morir viviendo, debe hacerse y rehacerse.

Sin olvidarse de sí misma.
Sin olvidarse de lo que late.

Lo propio.
Lo suyo.

Lo que ves no es un espejo.
Lo que ves, es un cuadro viejo.

28

Todo se ve distinto. Como era el recuerdo pero empezando de nuevo. El televisor de fondo con su voz. El cuadro que me recordaba que estaba sola. Las flores sin agua. Los libros con los pétalos muertos. La infancia articulada.
Partí con desconcierto, sin saber qué pasaría pero con una sonrisa de esperanza. Ahora vuelvo con la mirada inquieta y la suya en el horizonte, donde me la dejé al marchar.

Todo se ve distinto. El televisor de fondo con tu voz. El cuadro que sonríe mirando la fotografía de enfrente. Las flores salplicadas por el color ocre. Los libros con olor a pétalos descoloridos. La infancia compartida.
Volví a partir con desconcierto, desde otro lugar, sin saber qué pasaría pero con una sonrisa de esperanza y miedo. Ahora vuelvo a latir a pesar de esa mirada inerte, porque vuelvo cada día al sitio donde quise y aprendí a ser yo, donde marché con la intención de no volver atrás.

Luciérnagas