La historia interminable

08 mayo 2012

Nuestros abuelos desde niños se dejaron la espalda trabajando en el campo.
Nuestros padres, muchos, debieron hacer lo mismo teniendo la oportunidad de ir a la escuela.
Nosotros hemos ido a la escuela, y hay quien eligió directamente trabajar, porque había opciones.
Ellos, están estudiando para un futuro incierto, cuyo recibidor será distinto según se deba pagar.
Pero todos, todos, querían, queremos y querrán algo que es nuestro, porque es un derecho. Y los derechos no se deben ganar. Son y están.

Ahora, nosotros, los jóvenes que por cuestiones sociales somos jóvenes desde antes y acabamos siéndolo más tiempo al tener que estar en casa de los padres, no tenemos derechos si no son movidos por constantes manifestaciones.
No sólo por y para nosotros, si no para nuestro futuro: nuestros hijos.

La culpa es del poder. El poder corrompe. Y el poder suele tenerlo el que menos sabe. El saber está en las calles, en el bullicio, en las caceroladas. No dentro de un chalet ni de un senado.

Nosotros, los que no tenemos dinero porque cada vez debemos sobrevivir más con trabajos que se convierten en suplicio, en los cuales no sabemos cuánto tiempo vamos a estar; nosotros, que ganamos ese dinero que a veces roza el salario mínimo y que debemos meterlo en bancos que lo usan cada vez más abiertamente; nosotros, que debemos pagar por una educación que se ha convertido en elitista a pesar de nuestros gritos; nosotros, que creamos una familia cada vez más tardíamente y rezamos jugando a la lotería por lo que pueda pasar...

Nosotros, eso somos nosotros, la incertidumbre, algo que nunca quisimos ser y lo somos, a lo cual nos hemos acostumbrado sin haber una respuesta a nuestro favor.

¿Todavía, vosotros, queréis que se nos trate como a títeres? ¿como mercancía?

Pues lo siento pero, nosotros, no.

La historia interminable

Nuestros abuelos desde niños se dejaron la espalda trabajando en el campo.
Nuestros padres, muchos, debieron hacer lo mismo teniendo la oportunidad de ir a la escuela.
Nosotros hemos ido a la escuela, y hay quien eligió directamente trabajar, porque había opciones.
Ellos, están estudiando para un futuro incierto, cuyo recibidor será distinto según se deba pagar.
Pero todos, todos, querían, queremos y querrán algo que es nuestro, porque es un derecho. Y los derechos no se deben ganar. Son y están.

Ahora, nosotros, los jóvenes que por cuestiones sociales somos jóvenes desde antes y acabamos siéndolo más tiempo al tener que estar en casa de los padres, no tenemos derechos si no son movidos por constantes manifestaciones.
No sólo por y para nosotros, si no para nuestro futuro: nuestros hijos.

La culpa es del poder. El poder corrompe. Y el poder suele tenerlo el que menos sabe. El saber está en las calles, en el bullicio, en las caceroladas. No dentro de un chalet ni de un senado.

Nosotros, los que no tenemos dinero porque cada vez debemos sobrevivir más con trabajos que se convierten en suplicio, en los cuales no sabemos cuánto tiempo vamos a estar; nosotros, que ganamos ese dinero que a veces roza el salario mínimo y que debemos meterlo en bancos que lo usan cada vez más abiertamente; nosotros, que debemos pagar por una educación que se ha convertido en elitista a pesar de nuestros gritos; nosotros, que creamos una familia cada vez más tardíamente y rezamos jugando a la lotería por lo que pueda pasar...

Nosotros, eso somos nosotros, la incertidumbre, algo que nunca quisimos ser y lo somos, a lo cual nos hemos acostumbrado sin haber una respuesta a nuestro favor.

¿Todavía, vosotros, queréis que se nos trate como a títeres? ¿como mercancía?

Pues lo siento pero, nosotros, no.

Palabras

Luciérnagas