All you need is love

14 febrero 2008

No sé si era peor para mí ver este programa o escuchar su cabecera.

Ese fucsia y azul que siempre aparecían como eternos amantes me repugnaba. O quizá, también, que asociaba que eran las 22.00 de la noche del domingo y que al día siguiente tuviera que madrugar tantísimo para pasar una larga jornada lectiva de la que yo ya, muy tempranamente, estaba harta.
El caso es que, ese cúmulo de factores, hacía que acabara asemejando ese: ¡¡¡LO QUE NECESITAS, LO QUE NECESITAS, LO QUE NECESITAS EEEEEEEES AAAAAAAA-MOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR!!! a la sintonía de ¿Quién sabe dónde?. Que, pensándolo hoy unos... ¿11? ¿12 años después? podría sonreír muy sarcásticamente y unir esos títulos como si fueran totalmente dependientes.

Pero claro, me estoy metiendo en mi pensamiento lógico de cuando tenía unos 10 u 11 años, o sea que dejaré de lado mi pregunta retórica de quién coño sabe dónde estará Cupido que no lo veo por ninguna parte, que puede que se fuera por papel de fumar y no volviera al meterse en una orgía o al coger un coma etílico en un botellón.

Mierda. Que me desvío.

A mí me fastidiaba ver que toda mujer, hombre, niño o niña tuviera problemas con su marido, mujer, novia o novio.
Joder ¿tan malo era enamorarse? Y más me jodía que fuera un tío a declarar su amor tirándose de un paracaídas cuando a su mujer lo que le gustaba era haber salido en la tele y comentar con sus amigas que "mi Manolo tenía muchos fallos pero que de qué poco se rompe los cuernos por mi menda".
Chincha rabiña. Ahí queda eso.
El orgullo de la hembra Manoril sale a relucir. Y qué leches importaba que su Manolo tuviera realmente la intención de volver con ella por los siglos de los siglos amén.
Y casi rompiéndose la cabeza.

En realidad, no sé si me jodía todo eso, porque creo que esa reflexión, con 11 años, no la haría.
Más bien, pienso que me retorcía hasta las entrañas que mi primer amor platónico, Juan, no me declarara su amor mientras yo acariciaba su pelo rubio celestial y sonreía mientras me resbalaba con mis propias babas mirando sus preciosos ojos azules.

Porque a mí no me hubiera hecho falta que mi Juan se tirara desde un helicóptero, o me mandara 100 ramos de rosas rojas a casa, o parara la peli que estaba viendo en el cine para ver su mensaje de amor eterno.
Yo sólo quería decir a mis amigas enemigas que Juan era mío. Sólo mío y ya está. Y que si no me ajuntaban me daba igual, porque yo ya tenía a mi Juan, que era mi héroe por salvar la pelota que se colaba detrás de la valla del cole, que me daba la mano para ir al patio, que era mi compañero en el autocar para las excursiones y que era a mí a quién regalaba sus dibujos.

Claro que, eso era hace 10 años.
Ahora, si una bruja y un Juan se encontraran, fijo que verían a Cupido con las pupilas dilatadas y vendiendo pastis para conseguir clientela.
Una lástima.

Pero mirándolo bien... todo tiene su parte buena.
Seguro que acabaría apareciendo en Quién sabe dónde. Siempre quedan románticos que lo echan de menos. Y si Lobatón siguiera con ese programa, pongo la mano en el fuego diciendo que haría todo lo posible por encontrarlo.
Si no fuera por orgullo propio, al menos por el romántico Jesús Puente.

Lo dedico en este día para todos. Sobre todo para los que no lo celebran pero pueden decir que alguien les ha regalado algo, por pequeño que sea, como pueden ser estas líneas.
Y, en el caso de que se rían tras esta respuesta, mandad a la mierda a quien sea.

4 comentario/s:

Yu dijo...

Bueno, bueno, bueno....!!!!
Me quito el sombrero niña!
Sencillamente brillante, yo no lo habría explicado de mejor manera, eso sí..., ahora que empiezas con los monólogos..., puede que me empiece a picar otra vez el gusanillo!
Gracias por tu simpático regalo de Sn Corte Ingles, digo..., Sn Valentín!Los viruses son menos con las risas, gracias!

Anónimo dijo...

joeeeeeeeeeeeer

Anónimo dijo...

Tiene güevos' el asunto.
Para dos puñeteros comentarios que hay y uno es anónimo.
La próxima vez explicaré que me voy a cortar las venas.
¡Tssssssssssssssssss!

Yo mismamente. Sin ganas de registrarme en mi propio blog.
Esto parece una comisaría, coño.

Sr. Troncoso dijo...

All you need is Tranquility.
No te me pongas nervi que aqui hay otro que no quiere permanecer en el economato.Y lo de las venas piensatelo te quedan mejor largas.

All you need is love

No sé si era peor para mí ver este programa o escuchar su cabecera.

Ese fucsia y azul que siempre aparecían como eternos amantes me repugnaba. O quizá, también, que asociaba que eran las 22.00 de la noche del domingo y que al día siguiente tuviera que madrugar tantísimo para pasar una larga jornada lectiva de la que yo ya, muy tempranamente, estaba harta.
El caso es que, ese cúmulo de factores, hacía que acabara asemejando ese: ¡¡¡LO QUE NECESITAS, LO QUE NECESITAS, LO QUE NECESITAS EEEEEEEES AAAAAAAA-MOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR!!! a la sintonía de ¿Quién sabe dónde?. Que, pensándolo hoy unos... ¿11? ¿12 años después? podría sonreír muy sarcásticamente y unir esos títulos como si fueran totalmente dependientes.

Pero claro, me estoy metiendo en mi pensamiento lógico de cuando tenía unos 10 u 11 años, o sea que dejaré de lado mi pregunta retórica de quién coño sabe dónde estará Cupido que no lo veo por ninguna parte, que puede que se fuera por papel de fumar y no volviera al meterse en una orgía o al coger un coma etílico en un botellón.

Mierda. Que me desvío.

A mí me fastidiaba ver que toda mujer, hombre, niño o niña tuviera problemas con su marido, mujer, novia o novio.
Joder ¿tan malo era enamorarse? Y más me jodía que fuera un tío a declarar su amor tirándose de un paracaídas cuando a su mujer lo que le gustaba era haber salido en la tele y comentar con sus amigas que "mi Manolo tenía muchos fallos pero que de qué poco se rompe los cuernos por mi menda".
Chincha rabiña. Ahí queda eso.
El orgullo de la hembra Manoril sale a relucir. Y qué leches importaba que su Manolo tuviera realmente la intención de volver con ella por los siglos de los siglos amén.
Y casi rompiéndose la cabeza.

En realidad, no sé si me jodía todo eso, porque creo que esa reflexión, con 11 años, no la haría.
Más bien, pienso que me retorcía hasta las entrañas que mi primer amor platónico, Juan, no me declarara su amor mientras yo acariciaba su pelo rubio celestial y sonreía mientras me resbalaba con mis propias babas mirando sus preciosos ojos azules.

Porque a mí no me hubiera hecho falta que mi Juan se tirara desde un helicóptero, o me mandara 100 ramos de rosas rojas a casa, o parara la peli que estaba viendo en el cine para ver su mensaje de amor eterno.
Yo sólo quería decir a mis amigas enemigas que Juan era mío. Sólo mío y ya está. Y que si no me ajuntaban me daba igual, porque yo ya tenía a mi Juan, que era mi héroe por salvar la pelota que se colaba detrás de la valla del cole, que me daba la mano para ir al patio, que era mi compañero en el autocar para las excursiones y que era a mí a quién regalaba sus dibujos.

Claro que, eso era hace 10 años.
Ahora, si una bruja y un Juan se encontraran, fijo que verían a Cupido con las pupilas dilatadas y vendiendo pastis para conseguir clientela.
Una lástima.

Pero mirándolo bien... todo tiene su parte buena.
Seguro que acabaría apareciendo en Quién sabe dónde. Siempre quedan románticos que lo echan de menos. Y si Lobatón siguiera con ese programa, pongo la mano en el fuego diciendo que haría todo lo posible por encontrarlo.
Si no fuera por orgullo propio, al menos por el romántico Jesús Puente.

Lo dedico en este día para todos. Sobre todo para los que no lo celebran pero pueden decir que alguien les ha regalado algo, por pequeño que sea, como pueden ser estas líneas.
Y, en el caso de que se rían tras esta respuesta, mandad a la mierda a quien sea.

Palabras

Luciérnagas