La no inspiración

05 mayo 2008

Dudo si alguna vez he estado inspirada a la hora de escribir. Me limito a decir que no paro de hacerlo aunque no lo deje plasmado para que sea público.
Me canso de ver siempre un en el momento de ver unas líneas acabadas. Siempre todo es igual a mis ojos y creo que para el resto también.

A veces se tiene la sensación de que se está obligado a seguir escribiendo, sin darnos cuenta de que la obligación es obra nuestra, porque así lo hemos querido y hemos acostumbrado a los demás.
Pero sucede, también, dentro del extraño orgullo que te visita cuando te echan en cara eso del abandono de las páginas, que si ves que todo lo que sale es un canto al odio de los sentidos, te frena. Quieres un cambio. Un avanzar, quizá.

Una vez me etiquetaron de romántica (acompañado de algo más que no recuerdo, si lo lee esa persona que lo repita). Romántica en plan poético, no de esas que ponen velitas e incienso en sus encuentros amorosos, que llora por todo y nada, y demás menesteres varios. Leches, que una es una bruja y no sabe qué es eso.
En fin, romántica, resumidamente, por cantar abiertamente al cortarse las venas a la hora de ver lo patético y/o lo malvado de las situaciones y personas.
Fue bonito. Sí. Aunque no sé qué romanticismo es peor. Al fin y al cabo, creo conocer a muchos de esos. Y esa tontería, en parte, consuela. Te hace ver que estás menos solo, vomitando mierda conjunta y luego riendo.
El caso es que estoy en una fase en la que mi romanticismo está en pleno apogeo. Sí. Muy seguidamente.
Puede que sea la primavera. La jalea real ayuda a prevenir los resfriados por el cambio de estación pero no cura el romanticismo.
Esto no para y algún día reventará. Mientras tanto, así, al menos he explicado el porqué de mi no escribir aquí de la manera que lo hacía en un principio.

Lo mismo cansa. Y las preguntas sobre el estado de ánimo de después acaban no teniendo sentido cuando ya se ha sido vomitado todo lo indeseable.
Ni se está completamente bien, ni se está jodidamente mal siempre.
Por ello, tiempo al tiempo. Pueden ser días o semanas. Nunca se sabe.
Defecar las mismas miserias no es bueno ni para mí ni para quien lee.
Aunque esto va así, a lo mejor dentro de cinco minutos me salen las palabras más preciosas del mundo, haciendo olvidar la parte oscura del presente de cada uno.
Hasta entonces, nos seguimos viendo.

3 comentario/s:

Sr. Troncoso dijo...

A veces no tenemos nada que contar al mundo, y es mejor dejar que el mundo nos cuente.

Anónimo dijo...

Que dejes al Bucay... ¡Jaja!
Ya... Lo sé. Pero siempre hay la necesidad de contar.
Hay un feedback.
Bruja

Sr. Troncoso dijo...

Como que firbasc, a mi no minsurtes.

La no inspiración

Dudo si alguna vez he estado inspirada a la hora de escribir. Me limito a decir que no paro de hacerlo aunque no lo deje plasmado para que sea público.
Me canso de ver siempre un en el momento de ver unas líneas acabadas. Siempre todo es igual a mis ojos y creo que para el resto también.

A veces se tiene la sensación de que se está obligado a seguir escribiendo, sin darnos cuenta de que la obligación es obra nuestra, porque así lo hemos querido y hemos acostumbrado a los demás.
Pero sucede, también, dentro del extraño orgullo que te visita cuando te echan en cara eso del abandono de las páginas, que si ves que todo lo que sale es un canto al odio de los sentidos, te frena. Quieres un cambio. Un avanzar, quizá.

Una vez me etiquetaron de romántica (acompañado de algo más que no recuerdo, si lo lee esa persona que lo repita). Romántica en plan poético, no de esas que ponen velitas e incienso en sus encuentros amorosos, que llora por todo y nada, y demás menesteres varios. Leches, que una es una bruja y no sabe qué es eso.
En fin, romántica, resumidamente, por cantar abiertamente al cortarse las venas a la hora de ver lo patético y/o lo malvado de las situaciones y personas.
Fue bonito. Sí. Aunque no sé qué romanticismo es peor. Al fin y al cabo, creo conocer a muchos de esos. Y esa tontería, en parte, consuela. Te hace ver que estás menos solo, vomitando mierda conjunta y luego riendo.
El caso es que estoy en una fase en la que mi romanticismo está en pleno apogeo. Sí. Muy seguidamente.
Puede que sea la primavera. La jalea real ayuda a prevenir los resfriados por el cambio de estación pero no cura el romanticismo.
Esto no para y algún día reventará. Mientras tanto, así, al menos he explicado el porqué de mi no escribir aquí de la manera que lo hacía en un principio.

Lo mismo cansa. Y las preguntas sobre el estado de ánimo de después acaban no teniendo sentido cuando ya se ha sido vomitado todo lo indeseable.
Ni se está completamente bien, ni se está jodidamente mal siempre.
Por ello, tiempo al tiempo. Pueden ser días o semanas. Nunca se sabe.
Defecar las mismas miserias no es bueno ni para mí ni para quien lee.
Aunque esto va así, a lo mejor dentro de cinco minutos me salen las palabras más preciosas del mundo, haciendo olvidar la parte oscura del presente de cada uno.
Hasta entonces, nos seguimos viendo.

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Luciérnagas