Agridulce

18 abril 2007


Entregar. Siempre entregar. Dar algo aunque no se reciba. Ofrecer sin esperar nada.
Sensación egoísta. No querer recibir no porque no se nos entregue nada, sino porque lo dado no llena lo suficiente.
Entonces, pensar. Como siempre. No un poco. No un mucho. Un demasiado.
Posible equivocación por tanto rechazo. Interrogantes. Un “¿seré yo?”.
No sentirse diseñador de príncipes azules, tampoco de sapos aspirantes, creer no pedir demasiado. Es más, creer no pedir.

En estos casos, cuando el hilillo de voz desaparece por un falso silencio, queda cobijarse en cielos estrellados; quedan lejos pero ahí están.
Y si no, se pintan, que colores hay, que fueron el mejor invento. Siempre llevo algunos encima por si se necesitan. ¿Que hay que pintar ventanas? Se dibujan cuatro garabatos y listo. ¿Que lo que se desea es un banco al lado de un árbol frondoso? Se usa un verde para las hojitas y diferentes tonos de marrones para el tronco, y acabado. El banco, aquí, es lo de menos.
Alguna vez se pinta música. Siempre va bien. Una de las mejores compañías. Así, se lucha contra los interrogantes. Y si no, pues se colorean, que para eso estaban las pinturas. Ayudan a ver cómo pueden resultar tan ridículos, esos problemas inventados o que parecen no tener solución.
Tan ridículos, como esta entrada brujeril de hoy.

Dibujito por cortersía de mi ninfa, que me dibujó un día cualquiera de hace dos años.

1 comentario/s:

Daniel dijo...

Me gusta el dibujo eh! Pero le falta una cosa, el color del que hablas. Y no me vale decir que el fondo es blanco y las líneas negras, que no cuela.

Me plantearé si llevar una pintura conmigo. Puede que sea útil.

Agridulce


Entregar. Siempre entregar. Dar algo aunque no se reciba. Ofrecer sin esperar nada.
Sensación egoísta. No querer recibir no porque no se nos entregue nada, sino porque lo dado no llena lo suficiente.
Entonces, pensar. Como siempre. No un poco. No un mucho. Un demasiado.
Posible equivocación por tanto rechazo. Interrogantes. Un “¿seré yo?”.
No sentirse diseñador de príncipes azules, tampoco de sapos aspirantes, creer no pedir demasiado. Es más, creer no pedir.

En estos casos, cuando el hilillo de voz desaparece por un falso silencio, queda cobijarse en cielos estrellados; quedan lejos pero ahí están.
Y si no, se pintan, que colores hay, que fueron el mejor invento. Siempre llevo algunos encima por si se necesitan. ¿Que hay que pintar ventanas? Se dibujan cuatro garabatos y listo. ¿Que lo que se desea es un banco al lado de un árbol frondoso? Se usa un verde para las hojitas y diferentes tonos de marrones para el tronco, y acabado. El banco, aquí, es lo de menos.
Alguna vez se pinta música. Siempre va bien. Una de las mejores compañías. Así, se lucha contra los interrogantes. Y si no, pues se colorean, que para eso estaban las pinturas. Ayudan a ver cómo pueden resultar tan ridículos, esos problemas inventados o que parecen no tener solución.
Tan ridículos, como esta entrada brujeril de hoy.

Dibujito por cortersía de mi ninfa, que me dibujó un día cualquiera de hace dos años.

Palabras

Luciérnagas