Restos

13 junio 2007


Hay un vaso vacío en el recodo de la mesita de noche.

Está manchado por el borde de un color rojo intenso.

Hay unos cristales rotos en el suelo. Los pedazos están sobre una de las zapatillas que no se esconde bajo la cama.

El cuerpo se levanta medio desafiante medio muerto, como si un golpe hubiera querido ser despertador de la mañana.

Con el cabello en la cara y la ropa de las noches anteriores, con los ojos todavía medio cerrados, se dirige al cuarto de baño. El espejo delata un rímel comido por lágrimas de cristal, semejantes al de la botella de whisky de las 3:34 de la mañana.

La salvación de todos los días se convierte en asesina cuando ya se gastó las píldoras al mezclarlas con esa, ahora sí, ingrata compañía, derramada en las sábanas convertidas en ocre.

Ni el agua limpia la suciedad. La tristeza vuelve a la cama esperando no tropezarse con el ser que sigue añorando, ese que desde hace tiempo ha transformado en material para invocarlo de alguna manera.

No se puede llegar a nada cuando no se tiene nada que ofrecer.
Ni las horas ayudan, ni las copas vacías llenan.

Nada ni nadie puede ocupar
la velada ausencia.

2 comentario/s:

Anónimo dijo...

Pedro Cuervo.

Dios.

Me encantaría penetrar... te...

... Y en tu alma también.

Jejejejeje.

Un beso ande quieras!

Bruja dijo...

¡Capullo! Tendré en cuenta la hora que escribiste le mensaje para no hacerte mucho caso...
Aún así, seguirás siendo un capullo.
¡Un besazo alma cándida!

Restos


Hay un vaso vacío en el recodo de la mesita de noche.

Está manchado por el borde de un color rojo intenso.

Hay unos cristales rotos en el suelo. Los pedazos están sobre una de las zapatillas que no se esconde bajo la cama.

El cuerpo se levanta medio desafiante medio muerto, como si un golpe hubiera querido ser despertador de la mañana.

Con el cabello en la cara y la ropa de las noches anteriores, con los ojos todavía medio cerrados, se dirige al cuarto de baño. El espejo delata un rímel comido por lágrimas de cristal, semejantes al de la botella de whisky de las 3:34 de la mañana.

La salvación de todos los días se convierte en asesina cuando ya se gastó las píldoras al mezclarlas con esa, ahora sí, ingrata compañía, derramada en las sábanas convertidas en ocre.

Ni el agua limpia la suciedad. La tristeza vuelve a la cama esperando no tropezarse con el ser que sigue añorando, ese que desde hace tiempo ha transformado en material para invocarlo de alguna manera.

No se puede llegar a nada cuando no se tiene nada que ofrecer.
Ni las horas ayudan, ni las copas vacías llenan.

Nada ni nadie puede ocupar
la velada ausencia.

Palabras

Luciérnagas