¿estar?
¿ser?
El pie izquierdo no paraba de hacer cantar el parquet de la sala de estar, sucia y desordenada, entre papeles de periódico pintados por números en rojo.
Mirabas sin ver más allá del bucle que te inspiró la noche anterior. No querías olvidarlo, pero lo hiciste. Tarareabas que te lo repetía, que no dejarías de hacerlo porque si no, tendrías problemas. Que no volverías a verla, que no te querría jamás en la vida. Tanto tiempo juntos ¿para qué? Para nada. Nada...
Te girabas hacia mí, avergonzado, sin saber qué decir. Como si al comentarme lo que te sucediera tuvieras que desaparecer de la faz de la tierra, para siempre.
Ya un año.
No sabía que alguien pudiera desprender tanto.
Por mucha pedagogía y mucha gaita teórica que haya.
Ya pueden temblar el cielo y la tierra, que permanece impávida, mirando, riendo.
Indescriptible.
Y sigue: ¿No has escuchado a los vecinos hoy? Liaron una, encima, en el parque peor, peleándose los rumanos, no si, no me extraña que salgamos en la tele pa to lo malo... (...) ¡Hay que ver cómo te huele la ropa a tabaquito! Con lo poco que te gustaba antes y mira ahora... ¡Mira! ¿Eh? ¿¿Ehh?? Ah no, que la señorita recién levantada no habla...
Y, cuando estoy despierta, con capacidad de responder, sigue, ahora mirando la tele: Anda que, a los sinvergüenzas estos hay que cortarles los huevos uno por uno, poquito a poco, con unas tijeritas chicas, o quemarlos, con una vela, para que sufran, y no vuelvan a hacer nada, o si no en la cárcel, pero con cadena perpetua, un referéndum aquí, eso hace falta, porque como no nos dejan coger la justicia por nuestra mano, bueno… Es que la tendríamos que coger, pa que nos hicieran caso…
Pero no hablo, y entonces a veces me dice, aunque ya no tanto: Si es que me tenéis atolondrá, no me escucháis, estoy apañá con unos y con otros, encima me duele la cabeza, a ver si llamo a tus tías y me voy a tomar un café por la mañana o algo, porque como con tu padre no se puede salir… O me voy a ver a la niña algunas mañanas, ahora que empieza el sol, o ¡podemos ir a la playa! Alguna mañana podemos ir, ahora que hace sol…
Entonces, ante eso respondo. Me giro hacia ella, y levanto la temida ceja izquierda. Y le digo seriamente: Mama, estamos en marzo, hasta que no esté con 30 grados no voy a la playa, y aún así, prefiero pasear antes que achicharrarme debajo del sol, con su arenita, su viento, toda su gente y sus garrulos con Andy y Lucas puesto al lado, porque claro, como abras la boca, te la parten, y eres el malo de la película, y luego, además, te saltarán después con su acento garrulense: mira niñata, si no te gusta el sitio, te largas a otro lado, libertá de expresión ¿no? Lerelereeeeeeeeeelerele… ¡Jojojo! Porque, se ríen así, como pa dentro, como si fueran a comerte luego, es que esta gente, los cogía…
Y mi madre, me mira, y me dice: ¿Vamos al mercadillo a ver ropa ahora que estás despierta?
Mama, te prefiero escuchando a Russian Red.
Pero claro, esto, lo pienso.
Azul - Muchachito Bombo Infierno
A mi madre le gustan las canciones simples. Si hay buena voz, mejor, aunque últimamente, a pesar de que critique algunos de mis gustos, la voz es lo que menos le importa. Pero eso sí, que haya frases que se entiendan. Que la voz sea clara y concisa.
A mí me da igual la voz. Solamente me tiene que llamar la atención. Si hay una melodía que me atraiga o una letra, no me hace falta nada más.
Nos separan 36 años. Es entendible que tengamos gustos distintos. Aunque yo cante algunas canciones de las de antes. Bueno, las tararee, porque se me da mal cantar y a la memoria se le da mal mi menda.
¿Pero qué haces cantando eso? ¿Pero qué haces bailando eso? Hay más locos fuera que dentro. Eso me dice.
El otro día me di cuenta de que los jóvenes de hoy en día, los que lo tenemos todo y los que más nos quejamos, es a los que nos gustan las canciones con más contenido, las que dicen lo que cualquiera de nosotros podríamos decir pero no nos sale. Las letras que cuentan que todo es muy complicado a pesar de que estemos de puta madre. Porque nos gusta inventarnos problemas.
Eso es evidente. Llamar la atención al otro. Como cuando escribes cualquier cosa (como ésta) buena o mala. Pero la vomitas. Y esperas que alguien conteste, porque es la manera de que te demuestren que hay alguna persona por ahí que está presente de alguna manera, lo veas o no, pero está. Porque para todos es importante el hecho de tener a la gente que te rodea, ver que no se van aunque estés jodida en los días de sol. De que sigan adelante con tus utopías o te den un guantazo para que te quedes de una puñetera vez en tierra.
Por eso escuchamos canciones que analizar. No digo todos. No a los del reguetón y esas mierdas. De la gasolina, el flow, el endembow y esas cosas extrañas acabadas en “ou”.
Pero a mi madre y al resto de personas admirables de entre 50 y 70 años les gustan las canciones simples. Las que les recuerden fotografías de gente en blanco y negro que hace demasiado tiempo que para ellas no están. Que no pudieron aprovechar casi su compañía por circunstancias externas, no por amores perdidos ni gente que está lejos por un tiempo, si no por seres que les han sido arrebatados cuando estaban siendo todavía conocidos.
Canciones que les hagan olvidar la jornada de trabajo que tenían durante prácticamente todo el día, fuera dentro de casa o en el campo.
Porque por mucho que me queje, me moleste a veces y llore algunas otras, yo no he visto cómo encarcelaban a nadie de mi familia, ni cómo tiroteaban a mi padre en una camioneta con sus hermanos pequeños saliendo luego los rostros pálidos en el diario, ni he tenido que correr para tener que comer un trozo de pan y un plato caliente.
No jodamos, por favor. Que es normal que yendo una vuelta por la calle a día de hoy te entren ganas de dar lecciones de moralidad. Y, porqué no, de dar un guantazo a algunos.
Pero eso no es suficiente para hacer ver distintas realidades a unos niños con el flequillo a los lados y con el volumen a tope del móvil escuchando a Porta.
Por todo esto y mucho más, me gusta que mi madre me avise cuando salga Lourdes por la tele cantando Cigarettes, aunque no sepa ni cómo se llame el grupo y, además, que le encante.
Hace 25 años que el 16 de febrero está de suerte.
Por todo lo que queda por venir.
Sea cuando sea.
Por tener simplemente esa sensación de lo que falta sin faltar nada.
Sólo echando de menos, de vez en cuando.
Porque echar de menos lo es todo si no puede haber por ahora un más.
Quedan muchos rincones por bautizar todavía.
Paseos enfarolados y discusiones superfluas.
Amaneceres.
Y la necesidad de que me des cobijo en ellos.
Carpe diem, ninfa.
El pie izquierdo no paraba de hacer cantar el parquet de la sala de estar, sucia y desordenada, entre papeles de periódico pintados por números en rojo.
Mirabas sin ver más allá del bucle que te inspiró la noche anterior. No querías olvidarlo, pero lo hiciste. Tarareabas que te lo repetía, que no dejarías de hacerlo porque si no, tendrías problemas. Que no volverías a verla, que no te querría jamás en la vida. Tanto tiempo juntos ¿para qué? Para nada. Nada...
Te girabas hacia mí, avergonzado, sin saber qué decir. Como si al comentarme lo que te sucediera tuvieras que desaparecer de la faz de la tierra, para siempre.
Ya un año.
No sabía que alguien pudiera desprender tanto.
Por mucha pedagogía y mucha gaita teórica que haya.
Ya pueden temblar el cielo y la tierra, que permanece impávida, mirando, riendo.
Indescriptible.
Y sigue: ¿No has escuchado a los vecinos hoy? Liaron una, encima, en el parque peor, peleándose los rumanos, no si, no me extraña que salgamos en la tele pa to lo malo... (...) ¡Hay que ver cómo te huele la ropa a tabaquito! Con lo poco que te gustaba antes y mira ahora... ¡Mira! ¿Eh? ¿¿Ehh?? Ah no, que la señorita recién levantada no habla...
Y, cuando estoy despierta, con capacidad de responder, sigue, ahora mirando la tele: Anda que, a los sinvergüenzas estos hay que cortarles los huevos uno por uno, poquito a poco, con unas tijeritas chicas, o quemarlos, con una vela, para que sufran, y no vuelvan a hacer nada, o si no en la cárcel, pero con cadena perpetua, un referéndum aquí, eso hace falta, porque como no nos dejan coger la justicia por nuestra mano, bueno… Es que la tendríamos que coger, pa que nos hicieran caso…
Pero no hablo, y entonces a veces me dice, aunque ya no tanto: Si es que me tenéis atolondrá, no me escucháis, estoy apañá con unos y con otros, encima me duele la cabeza, a ver si llamo a tus tías y me voy a tomar un café por la mañana o algo, porque como con tu padre no se puede salir… O me voy a ver a la niña algunas mañanas, ahora que empieza el sol, o ¡podemos ir a la playa! Alguna mañana podemos ir, ahora que hace sol…
Entonces, ante eso respondo. Me giro hacia ella, y levanto la temida ceja izquierda. Y le digo seriamente: Mama, estamos en marzo, hasta que no esté con 30 grados no voy a la playa, y aún así, prefiero pasear antes que achicharrarme debajo del sol, con su arenita, su viento, toda su gente y sus garrulos con Andy y Lucas puesto al lado, porque claro, como abras la boca, te la parten, y eres el malo de la película, y luego, además, te saltarán después con su acento garrulense: mira niñata, si no te gusta el sitio, te largas a otro lado, libertá de expresión ¿no? Lerelereeeeeeeeeelerele… ¡Jojojo! Porque, se ríen así, como pa dentro, como si fueran a comerte luego, es que esta gente, los cogía…
Y mi madre, me mira, y me dice: ¿Vamos al mercadillo a ver ropa ahora que estás despierta?
Mama, te prefiero escuchando a Russian Red.
Pero claro, esto, lo pienso.
Azul - Muchachito Bombo Infierno
A mi madre le gustan las canciones simples. Si hay buena voz, mejor, aunque últimamente, a pesar de que critique algunos de mis gustos, la voz es lo que menos le importa. Pero eso sí, que haya frases que se entiendan. Que la voz sea clara y concisa.
A mí me da igual la voz. Solamente me tiene que llamar la atención. Si hay una melodía que me atraiga o una letra, no me hace falta nada más.
Nos separan 36 años. Es entendible que tengamos gustos distintos. Aunque yo cante algunas canciones de las de antes. Bueno, las tararee, porque se me da mal cantar y a la memoria se le da mal mi menda.
¿Pero qué haces cantando eso? ¿Pero qué haces bailando eso? Hay más locos fuera que dentro. Eso me dice.
El otro día me di cuenta de que los jóvenes de hoy en día, los que lo tenemos todo y los que más nos quejamos, es a los que nos gustan las canciones con más contenido, las que dicen lo que cualquiera de nosotros podríamos decir pero no nos sale. Las letras que cuentan que todo es muy complicado a pesar de que estemos de puta madre. Porque nos gusta inventarnos problemas.
Eso es evidente. Llamar la atención al otro. Como cuando escribes cualquier cosa (como ésta) buena o mala. Pero la vomitas. Y esperas que alguien conteste, porque es la manera de que te demuestren que hay alguna persona por ahí que está presente de alguna manera, lo veas o no, pero está. Porque para todos es importante el hecho de tener a la gente que te rodea, ver que no se van aunque estés jodida en los días de sol. De que sigan adelante con tus utopías o te den un guantazo para que te quedes de una puñetera vez en tierra.
Por eso escuchamos canciones que analizar. No digo todos. No a los del reguetón y esas mierdas. De la gasolina, el flow, el endembow y esas cosas extrañas acabadas en “ou”.
Pero a mi madre y al resto de personas admirables de entre 50 y 70 años les gustan las canciones simples. Las que les recuerden fotografías de gente en blanco y negro que hace demasiado tiempo que para ellas no están. Que no pudieron aprovechar casi su compañía por circunstancias externas, no por amores perdidos ni gente que está lejos por un tiempo, si no por seres que les han sido arrebatados cuando estaban siendo todavía conocidos.
Canciones que les hagan olvidar la jornada de trabajo que tenían durante prácticamente todo el día, fuera dentro de casa o en el campo.
Porque por mucho que me queje, me moleste a veces y llore algunas otras, yo no he visto cómo encarcelaban a nadie de mi familia, ni cómo tiroteaban a mi padre en una camioneta con sus hermanos pequeños saliendo luego los rostros pálidos en el diario, ni he tenido que correr para tener que comer un trozo de pan y un plato caliente.
No jodamos, por favor. Que es normal que yendo una vuelta por la calle a día de hoy te entren ganas de dar lecciones de moralidad. Y, porqué no, de dar un guantazo a algunos.
Pero eso no es suficiente para hacer ver distintas realidades a unos niños con el flequillo a los lados y con el volumen a tope del móvil escuchando a Porta.
Por todo esto y mucho más, me gusta que mi madre me avise cuando salga Lourdes por la tele cantando Cigarettes, aunque no sepa ni cómo se llame el grupo y, además, que le encante.
Hace 25 años que el 16 de febrero está de suerte.
Por todo lo que queda por venir.
Sea cuando sea.
Por tener simplemente esa sensación de lo que falta sin faltar nada.
Sólo echando de menos, de vez en cuando.
Porque echar de menos lo es todo si no puede haber por ahora un más.
Quedan muchos rincones por bautizar todavía.
Paseos enfarolados y discusiones superfluas.
Amaneceres.
Y la necesidad de que me des cobijo en ellos.
Carpe diem, ninfa.